¿Llegaremos a hablar de territorios socialmente responsables?

La responsabilidad social corporativa más que un modelo a seguir ha de ser una filosofía y como tal debe aplicarse en todos los ámbitos de la empresa.

Cuando hablamos de responsabilidad Social corporativa (RSC) llegamos a la conclusión de que no existen formulas mágicas ni una lista específica de pasos a seguir para lograrla, aunque para comenzar podríamos decir que los pilares estarían relacionados con establecer una estrategia corporativa que sea responsable y que se aplique a nivel interno y externo. Estaríamos hablando de empresas que gestionan su responsabilidad y dicho compromiso está basado en la equidad, es decir, debe existir un ida y vuelta para con uno mismo y los demás. Teniendo en cuenta estos principios, resulta implícito encontrar en la RSC los beneficios que harán que nuestra empresa incorpore normas de calidad, eficacia y eficiencia y que, por tanto, repercutan en resultados positivos.

Este proceso estaría integrado dentro de un manual de buenas prácticas como algo que forme parte de la propia empresa y que esté relacionado directamente con la gestión y la dirección estratégica. La RSC hoy en día no es una moda, sino que significa una nueva forma de entender la empresa, con principios éticos. Dicho manual debería apuntar a la mejora basada en valores, el establecimiento de vínculos y la definición de un código ético. Para lograrlo es imprescindible llevar a cabo una gestión transparente, sostenible y saber rendir cuentas. No estamos hablando de mero filantropismo ya que normalmente cuando alguien habla de RSC la primera idea que nos viene a la cabeza se centra en colaboraciones con entidades del tercer sector social o bien con prácticas que tienen que ver con el respeto al medio ambiente. Efectivamente esto también es RSC pero la buena gestión va más allá de una mera colaboración. Cuando trabajamos conjuntamente con una entidad, es imprescindible tener valores comunes y contar con propuestas específicas, que nos hagan sentir socios, generar confianza y establecer alianzas. La filosofía de la RSC se basa en analizar el impacto positivo que las buenas prácticas pueden tener dentro y fuera de nuestra empresa.

En la actualidad son muchas las empresas que integran la RSC en su hacer, explica Josep Maria Canyelles experto en el tema, y van desde las grandes corporaciones hasta las pequeñas empresas familiares, pasando por las PYMES. La razón: La RSC crea confianza a nivel interno y externo situación que da como resultado un crecimiento sostenible basado en la calidad y el compromiso. Teniendo en cuenta esta visión, la RSC debe aplicarse a todos los niveles, en las normas básicas internas, en los efectos y resultados y en el entorno. Se trata de una gestión que deja de lado la mediocridad ya que,  sin importar que la empresa sea grande o pequeña, estaría dirigida por líneas estratégicas que implican cierto nivel de eficacia. Así es posible obtener resultados beneficios, mejorar la imagen, la confianza, la seguridad en el trabajo, la buena gestión de los recursos humanos y establecer relaciones positivas y de respeto con el entorno que nos rodea, el medio ambiente y las personas.

Lo ideal sería que la RSC pudiera extenderse y traspase las fronteras de la propia empresa para poder hablar de territorios socialmente responsables, explica Canyellas, en donde todos los actores, las empresas, las ONL, los profesionales, la ciudadanía, las corporaciones y el sector público, gestionen su responsabilidad, no sólo para mejorar el entorno y las relaciones entre si, sino como camino hacia la excelencia individual y colectiva. Por suerte, asegura el especialista, cada vez más la tendencia apunta a la aplicación de esta filosofía a nivel global.

LFG.

Legitimidad de las ONL, me la das porque me la gano

Las entidades no lucrativas (ONL), creadas por libre iniciativa individual o grupal, sin identificación política y de carácter independiente, inciden directa o indirectamente en la sociedad civil. Se trata de agentes de transformación, con una carga añadida de compromiso social y son los ciudadanos quienes depositan confianza en estas entidades otorgándoles la legitimidad necesaria para nacer, mantenerse y crecer. Contar con la corresponsabilidad de la ciudadanía es fundamental en la reconstrucción de la sociedad y para mejorar el entorno social, pero dicha legalidad debe ganarse y mantenerse en el tiempo. Sólo aquellas entidades que realmente demuestren su transparencia son las que a ciencia cierta cumplirán con todos los requisitos necesarios para llevar a cabo su misión, que estará apoyada en valores éticos y morales.

Las agrupaciones sin ánimo de lucro han registrado durante los últimos 30 años un cambio significativo en cuanto a su estructura, organización interna y externa, sus actividades y la posición ética a ocupar frente a diversos actores sociales (empresas privadas, usuarios, administraciones públicas, partidos políticos, confesiones religiosas). Desde las otrora asociaciones nacidas a partir de la iglesia o la salud,  hasta las que en la actualidad se ocupan de temas culturales, marginación o violencia de género, las ONL han sabido construirse un lugar dentro del tejido social. Han sido capaces de crear un espacio de reflexión, dialogo, análisis y cambio, labor fundamental en tanto y en cuanto se posicionan como representantes de los diversos colectivos. Se sitúan como agentes de cohesión y movilización, agrupan, discuten, preguntan, cuestionan, se involucran, presionan, debaten… son creadoras de conciencia social y son inevitablemente actores fundamentales y necesarios. La misma sociedad es quien les da vida porque es ineludible la existencia de una contrapartida social a la estatal y corporativa para construir una ciudadanía más representativa, enlazada y responsable.

Para mantenerse, actuar, producir cambio y lograr sus objetivos, el tercer sector social ha evolucionado apuntando hacia una transformación que no deja de lado la realidad: Globalización, economía de mercado, competitividad… Dicha transformación obligatoria facilita la mirada hacia afuera, contemplar qué es lo que ocurre, preguntarse qué necesitan los usuarios, y entender cómo es posible ser más eficaces para cumplir con sus necesidades. Esta dinamización hace posible que en la actualidad se pueda alcanzar la incidencia social, mantenerla y, porqué no, mejorarla si fuera necesario ya que puede resultar vital para la estabilidad de cualquier asociación. Justamente el crecimiento conlleva adaptación y flexibilidad, transformación, observación, análisis, razonamiento, comparación y, sobre todo comunicación. Lejos ha quedado la tendencia de que las ONL a priori traen bordada una característica indiscutible de “bondad”. Hoy es necesario demostrar el hacer y el cómo, ver para creer y creer para sentir, apoyar y consolidar. No olvidemos que estamos en la era de la tecnología. En este momento histórico somos bombardeados diariamente con más información de la que podemos asimilar y digerir. Hoy las ONL se encuentran frente a un reto: Es necesario ser legítimo. Dicha autenticidad está dada por aquellos que las perciben, quienes las apoyan y podrían articularse con ellas a partir de la transparencia y del valor añadido que aportan a la sociedad. Pero no basta únicamente con hacerlo, sino que también es imprescindible saber cómo contarlo y transmitirlo para que no se diluya antes de llegar a la sociedad civil. Así las cosas, desarrollar la habilidad comunicativa es requisito sine quanon para todas las ONL y debe ser un punto fundamental para cumplir con los objetivos y las metas deseadas. La transparencia y la buena gestión han de ser comunicadas y aplicadas a todos los ámbitos de la asociación, así como por todos sus miembros. La evolución y el crecimiento implican una reorganización interna y un refuerzo de la visión externa.  La comunicación se convierte en una herramienta valiosa en este aspecto no sólo como un modelo identificativo frente a otras entidades sino también para trabajar en red. Saber qué hacen los demás y comunicar qué hacemos puede facilitarnos la tarea, el trabajo en equipo y transmitir una visión de eficiencia, transparencia y apertura.

LFG

De las ONG a las ONL, nuevos retos

“El Tercer Sector ha demostrado en los últimos años capacidad de competir en el mercado en la provisión de servicios a las personas y al mismo tiempo mantenerse fiel a los valores que lo guían”. Oriol Homs I Ferret.

Es desde el siglo XIX que las ONG existen. Una de las primeras entidades que se fundó fue “The British and Foregein Anti-Slavery Society” (1839) que luchaba para abolir la esclavitud. Casi 30 años más tarde, en 1863, vio la luz el Comité Internacional de la Cruz Roja de la mano de Henri Dunnat, un ciudadano suizo que intentó suplir la carencia de la asistencia sanitaria en el campo de batalla de Solferino.  A estas iniciativas le siguieron “Save the Children”, en 1919 y el “Oxford Famine Relief comité”, OXFAM, luego de la Segunda Guerra Mundial. Y así, se fueron sucediendo un sin fin de asociaciones y fundaciones en todo el mundo. Durante los años 60 y 70 se produjeron muchos cambios políticos, sociales y económicos que marcaron una era en donde las ONL fueron capaces de entrar en una etapa de pleno crecimiento y evolución. A la defensa de la paz y los derechos humanos se sumaron las recién nacidas asociaciones ecologistas quienes acunadas por el Estado de Bienestar supieron ganarse la confianza de la ciudadanía y consolidarse dentro de la sociedad civil.

Las ONG (organizaciones no gubernamentales) como son popularmente conocidas son organismos independientes de los gobiernos locales e internacionales y actúan en y desde la sociedad civil.  Están reconocidas en el artículo 71 de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, firmada el 26 de junio de 1945 en donde se las habilita para ser consultadas por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas en temas de competencia de dicho consejo. Las ONG se posicionan como un recurso que está alerta a los problemas que puedan surgir a su alrededor. Así, al ser sin fines de lucro e independientes, se mueven por valores y principios basados en la ética y la moral. Su objetivo no es suplir la acción de los gobiernos, sino llenar los vacíos sociales, económicos, legales, etc. que existen en la sociedad. El Observatorio del Tercer Sector (OTS), centro de investigación especializado en ONL españolas, apunta que a partir de la realidad existente, “las organizaciones identifican problemas y situaciones muchas veces ignorados por las instituciones públicas y proponen políticas de acción. Es importante tener en cuenta que la lista de intereses que tiene una sociedad es muy diversa y las organizaciones no lucrativas recogen directamente esta diversidad y complejidad”.

Desde el boom de los años 80 hasta el 2000 ha corrido mucha agua bajo el puente. Al noveno Foro Social Mundial realizado en Brasil en el año 2009, concurrieron 133 mil representantes de ONL y movimientos sociales de 142 países. Teniendo en cuenta que la cifra estimada del mismo evento realizado en el 2003 apuntaba a unos 120 mil asistentes, queda claro que se sigue produciendo un aumento significativo en la cantidad de organizaciones existentes a nivel mundial y una actitud cada vez más participativa. Este crecimiento, aseguran desde SustainAbility (consultora de investigación y desarrollo sostenible) se debe a la apertura en los últimos años de economías comunistas y emergentes o de transición hacia modelos de mercado, democracia y sociedad civil. Además de este hecho, la creciente desconfianza en las instituciones sumada a la falta de cobertura de los gobiernos en la prestación de servicios y el aumento de las desigualdades sociales, sumado a la crisis medioambiental son factores que promueven la aparición de organizaciones alternativas e invita a la ciudadanía a movilizarse. La tercera arista de este cambio se ubica en el auge de las telecomunicaciones y la tecnología global que posibilita el intercambio de información, la denuncia, el darse a conocer y saber que ocurre en otras realidades.

Tomando como punto de referencia el paradigma de la información y la globalización, podemos agregar que la finalización del Estado de Bienestar viene seguida, en este momento, por una crisis económica internacional que ha impactado sobre el Tercer Sector. El vaticino indica que tenemos menos recursos económicos para la álgida cantidad de temas a los que hemos de responder. Esta regla inversamente proporcional nos obliga a obtener el máximo resultado de cada recurso y nos incita a buscar alternativas de financiación y de trabajo viables y practicables a corto, largo y medio plazo.

¿Entonces, cómo definiríamos hoy a una ONL? Según Alfred Vernis, profesor de ESADE, son entidades constituidas para prestar un servicio que mejore o mantenga la calidad de vida de la sociedad; formada por un grupo de personas que aporta su trabajo voluntario; no dedicada al lucro personal de ninguno de sus miembros/socios/fundadores; y que no tiene carácter gubernamental. A esta definición agregaría una característica que actualmente se presenta en muchas ONL que está relacionada con la profesionalización del sector. Si bien el nacimiento de las organizaciones no lucrativas (asociaciones y fundaciones) partió con una base prácticamente de voluntariado, ha ido incorporando la presencia de profesionales en sus filas. Estos dos perfiles no se encuentran para nada reñidos entre si, sino más bien que se complementan. Sin dejar de lado el voluntariado, en la actualidad las ONL intentan aplicar un modelo de gestión basado en la planificación con miras al futuro ya que son más conscientes de los cambios estructurales que se producen tanto en las organizaciones como en la sociedad, pobreza, desempleo, violencia de género, inmigración. Nuevas demandas, nuevos retos, nuevas formas de gestión. Y dentro de los modelos alternativos se posiciona la financiación que ya no dependerá exclusivamente de la Administración Pública, sino que intentará buscar otras opciones (empresas privadas, patrocinadores, servicios, intercambios…).

Desde la acción, nos encontramos ante la necesidad de crear un nuevo pacto social aseguraba Oriol Homs I Ferret, sociólogo investigador, en una ponencia realizada el Foro del Tercer Sector en el 2009. El fin es definir las fronteras del sector no lucrativo, de las administraciones públicas y de la empresa privada para que cada uno sepa dónde posicionarse, dónde no debe entrar y sea posible determinar las responsabilidades de cada uno para con la ciudadanía. En este campo, la tarea de las asociaciones radica en fortalezcan su identidad y lugar dentro de la sociedad. “Es muy importante que el Tercer Sector refuerce constantemente sus relaciones con la sociedad civil”, apunta Homs I Ferret. De esta redefinición y fortalecimiento, es posible que las ONL salgan beneficiadas si son capaces de absorber de cada actor social aquello que las hará más eficaces. La creatividad y la innovación pasa a ser también menester de las entidades no lucrativas y no sólo de la empresa privada, ya que la aparición de nuevas necesidades y el cambio en el escenario social implican pensar opciones y alternativas que se adapten a la realidad social y económica imperante.

LFG.